
Annuntio vobis gaudium magnum: habemus Papam! Las palabras milenarias resonaron una vez más desde el balcón central de la Basílica de San Pedro, arrancando un aplauso espontáneo y jubiloso de la multitud congregada en la Plaza vaticana y millones más que seguían el evento en todo el mundo. El cardenal protodiácono Dominique Mamberti anunció el nombre del nuevo Sucesor de Pedro: el cardenal Robert Francis Prevost, quien ha escogido el nombre de León XIV.
El primer Papa agustino y de los Estados Unidos de la historia y el segundo Pontífice americano tras Francisco. El nuevo Obispo de Roma: nació en Chicago, Illinois, en 1955, de herencia francesa, italiana y española. Un puente viviente entre culturas y pueblos.
El nuevo Pontífice, de 69 años, fue misionero en el Perú durante casi dos décadas, fue obispo de Chiclayo y más recientemente prefecto del Dicasterio para los Obispos. León XIV llega al papado con una experiencia sinodal profunda, marcada por años de trabajo pastoral, enseñanza y acompañamiento en contextos de frontera, tanto geográfica como existencial.
Un Papa con acento agustiniano
“Con vosotros soy cristiano, para vosotros soy obispo”, citó al gran San Agustín en su primer discurso, que se distinguió por un tono profundamente espiritual y pastoral. En palabras serenas, llenas de fe y humildad, saludó a la Iglesia universal con la paz del Resucitado y la convicción de que el amor de Dios es más fuerte que el mal. “El mundo necesita su luz… el mal no prevalecerá”, afirmó.
Su elección del nombre León no es accidental. Se une así a la memoria de León XIII, el gran Papa de la Rerum novarum, impulsor de la doctrina social de la Iglesia. En este gesto resuena una voluntad de continuar el camino del magisterio social, pero también de responder a los clamores del mundo contemporáneo con una voz profética y con atención a los signos de los tiempos.
Una Iglesia de brazos abiertos
Ante una humanidad marcada por la guerra, las desigualdades y la fragmentación, León XIV hizo un llamado claro: construir puentes, ser una Iglesia en salida, una Iglesia de brazos abiertos como los de la Plaza de San Pedro. Habló de diálogo, de escucha, de caminar juntos, retomando con fuerza la visión sinodal promovida por su predecesor.
Sus primeras palabras no solo fueron un saludo. Fueron un programa pastoral: una Iglesia misionera, sinodal, compasiva. Una Iglesia que abraza. Que acoge. Que no tiene miedo.
Un Papa desde la periferia, hacia el centro
El testimonio del nuevo Papa no puede desligarse de su profunda conexión con América Latina. Agradeció visiblemente emocionado a su “querida diócesis de Chiclayo”, que lo acompañó como pueblo fiel. La voz del sur sigue resonando en el corazón de la Iglesia, ahora también desde un hombre del norte que supo hacer suya la experiencia de las comunidades andinas, pobres y periféricas.
Tiempo de oración, tiempo de esperanza
Con raíces profundas y mirada universal, con corazón agustiniano y vocación misionera, este Papa se presenta como pastor que camina con su pueblo, maestro que escucha antes de enseñar, discípulo del único Señor.