Mariano Mercedes Rijo rememora su llegada a Puerto Rico en momentos en que su comunidad se ve impactada por políticas antiinmigración

Este perfil periodístico forma parte de una serie y surge como resultado de las experiencias de aprendizaje en servicio, realizadas en el curso PER 223: Periodismo Narrativo, impartido por las profesoras María de los Milagros Colón Cruz y Yaritza Medina Montañez, en colaboración con el programa de Vinculación Comunitaria de Sagrado y las comunidades del G-8.
Por Juan Diego Martín Cintrón
Estudiante de Periodismo
Escuela de Comunicación Ferré Rangel
El sol alumbraba las calles medio vacías de Buena Vista Santurce, pero el silencio era inusual. Desde las casas colindantes se escuchaban murmullos y risas apagadas, pero las calles, que una vez estuvieron llenas de vida, hoy estaban casi desiertas. Una manada de perros deambulaba por la comunidad, como si esperaran que alguien les ofreciera algo de comer. Los carros pasaban, miraban y seguían su camino sin detenerse.
Es febrero de 2025 y las redadas contra inmigrantes por agentes federales han cambiado a la comunidad. Buena Vista Santurce, una de las comunidades más densamente pobladas del Caño Martín Peña, fue formada por generaciones de inmigrantes, particularmente de República Dominicana, pero ahora se siente la ausencia de muchos.
Nueva vida, nuevos retos
En el colmado El Resuelve, donde se reúne para jugar dominó y tomar tragos, Mariano Mercedes Rijo mira a su alrededor. A sus 65 años, es testigo de la transformación de su comunidad. Aunque El Resuelve hoy no se llena como antes de los operativos del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, en inglés), Mercedes Rijo aún disfruta de la compañía de sus compatriotas dominicanos, quienes, a pesar del riesgo debido a las intervenciones, deciden seguir compartiendo fuera de casa.
Mercedes, nacido y criado en la República Dominicana, llegó a Puerto Rico en 1990, a sus 29 años, a bordo de una yola. No tenía planes de quedarse. Su intención era comprar herramientas para continuar su trabajo como ebanista, pero el destino tenía otros planes para él.
El viaje no fue fácil. Como muchos otros, arriesgó su vida en busca de nuevas oportunidades. Al llegar, se encontró la realidad distinta de una economía más estable, entonces el trabajo abundaba y era posible tener una vida mejor.
“La situación económica allá no me ha ayudado para ahorrarme, para comprar herramientas que yo he necesitado para trabajar. Y vine supuestamente a buscar la herramienta para volver ahí (República Dominicana), pero la vida, pues, me ha cambiado”.
Lo que debía ser un viaje corto se convirtió en un nuevo comienzo. La necesidad de estabilidad y la esperanza de construir un futuro mejor lo llevaron a quedarse en la isla. Actualmente, el ebanista posee residencia permanente y ciudadanía estadounidense.
Sin embargo, Mercedes destacó que uno de los problemas sociales más significativos en el Caño Martín Peña es la criminalidad. La inseguridad en la calle era una de sus preocupaciones para él y su familia desde su llegada a la comunidad. Mercedes expresó el temor que siente por un posible agravamiento del crimen por las redadas migratorias y un ambiente peligroso similar al cual vivió hace tres décadas.
De los años 90 al presente: El crimen sigue mutando
Aunque este nuevo comienzo trajo oportunidades, la realidad era más fuerte de lo que parecía. En la década de los 90, las calles de San Juan estaban saturadas de crimen. Según Mercedes, las familias evitaban salir después del anochecer, los comercios cerraban temprano y el miedo se convirtió en parte de la rutina diaria.
Esa realidad resonaba en todo Puerto Rico. Las estadísticas dicen que, entre 1990 y 1994, la tasa de asesinatos en la isla aumentó en un 59.5%. Entre 1990 y 1999, Puerto Rico tuvo una de las tasas de homicidios más altas del mundo, con 23.2 asesinatos por cada 100,000 habitantes, más del doble de la tasa mundial de 10.7 en esa época.

Mercedes no necesitaba estadísticas para saber que el crimen estaba fuera de control. Lo veía con sus propios ojos cada vez que salía a la calle.
“Antes, yo pasaba por esta calle en la madrugada caminando, y era difícil que yo pasara un fin de semana sin ver un coche tirado en la calle con un cuerpo adentro o un carro quemado”.
Años después, los homicidios han disminuido, pero los efectos de la violencia, la pobreza y las recientes redadas han creado un nuevo ciclo de inseguridad.
«La delincuencia no se acaba, solo cambia de forma. Ahora no te matan en la calle, pero hay otras maneras de perder la vida: las drogas, la corrupción, la falta de oportunidades”.
El impacto de las redadas en la seguridad del barrio
Las recientes redadas contra inmigrantes en Buena Vista Santurce han generado una sensación de incertidumbre y miedo entre los residentes. No solo han separado familias y vaciado hogares, sino que han cambiado la dinámica de la seguridad en la comunidad. Algunos creen que, con la salida forzada de tantos dominicanos, los espacios vacíos podrían ser ocupados por delincuentes.
Mercedes lo ve con preocupación. Él, que ha vivido tanto la época más violenta del barrio como su recuperación, teme que las redadas solo agraven un problema que nunca pensó que regresaría.
«Nosotros no venimos a robar ni a delincuentar. Hay muchos que toman la decisión equivocada, pero la mayoría venimos a trabajar».
El futuro de Buena Vista Santurce

A pesar de todo lo acontecido, Mercedes aún tiene esperanza en las nuevas generaciones, en aquellos jóvenes que buscan un camino diferente.
“Muchos de los muchachos de ahora están estudiando, buscando trabajo. Quieren otra cosa. Si el gobierno los ayuda, este barrio puede ser distinto. Si la gente tiene trabajo, tiene dónde vivir y cómo mantenerse, la delincuencia no tiene espacio para crecer. Pero si siguen sacando gente sin dar soluciones, el barrio se va a llenar de problemas”.
Según el Proyecto ENLACE del Caño Martín Peña, el 22% de los residentes del Caño Martín Peña se han graduado de escuela superior y 48% no han completado el noveno grado. Mercedes considera que educarse es fundamental para que su comunidad prospere.
“Años después, aún repite ese consejo. Porque en una comunidad que ha cambiado tanto, lo único que sigue igual es la necesidad de educarse y de cuidarse unos a otros con la ayuda de Dios”, concluye.
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