Voces del caño | “Don Poli” revive los momentos de alegría que le regaló el Caño Martín Peña | inSagrado

Voces del caño | “Don Poli” revive los momentos de alegría que le regaló el Caño Martín Peña

Desde Parada 27, Apolinar Ángulo Ramos reflexiona sobre las transformaciones que ha experimentado el cuerpo de agua donde aprendió a nadar

Apolinar Angulo Ramos, residente de Parada 27. Foto por Laura Fermín Bren

Este perfil periodístico forma parte de una serie y surge como resultado de las experiencias de aprendizaje en servicio, realizadas en el curso PER 223: Periodismo Narrativo, impartido por las profesoras María de los Milagros Colón Cruz y Yaritza Medina Montañez, en colaboración con el programa de Vinculación Comunitaria de Sagrado y las comunidades del G-8.

Por Edward M. Ramos Mejías

Estudiante de Periodismo

Escuela de Comunicación Ferré Rangel

A sus 66 años, Apolinar Ángulo Ramos, mejor conocido como “Don Poli”, revive su adolescencia en el Caño Martín Peña desde la casa en Parada 27 en la que se crió y en la que aún reside con su hermana Laura, a quien llaman “Titi Julie”. Resalta los momentos en el cuerpo de agua: fue a escondidas de su madre cuando se lanzó a nadar allí por primera vez. 

“Yo empecé a nadar cuando estaba Bolillo, Jaime Barbosa y Carlos Pizcarrondo, que eran los mayores… Pues entonces te enseñaban a nadar, ¿tú sabes? Ellos estuvieron pendientes ahí, hasta que yo aprendí a nadar”.

Al hablar de su madre, Don Poli, resalta que no le permitía meterse a la laguna. Cuando se enteraba que él estaba allí, siempre había consecuencias. “A mí me gustaba como quiera, aunque me dieran una pela, me gustaba meterme ahí a la laguna”. 

Don Poli habla de sus padres con nostalgia, detallando el sacrificio que hacían, en especial su madre, para mantenerlo y criarlo junto a sus 12 hermanos. “Mi mamá hacía muchas cosas para sostener la familia. Mami trabajaba aquí en la casa, vendiendo pasteles, coquito, dulces de coco, dulces de almendra, empanadas de jueyes ¿Entiendes? Mami siempre estaba haciendo algo aquí para ayudar al viejo”. 

Cuando él nació y fue creciendo, su casa era apenas parte de lo que es hoy. “Esta casa, no estaba así, de cemento completa. Tenía parte de cemento. Cuando yo nací, todavía había letrina. Aún no había baño ¿Tú me entiendes? Porque aquí no había acueducto ni nada de eso”. 

Según la Corporación del Proyecto ENLACE, la contaminación del Caño Martín Peña se origina en los 30, cuando hubo un aumento en la ocupación de infraestructuras inadecuadas por comunidades que rellenaron los manglares para establecer sus viviendas. Este proceso, que llaman “urbanización informal”, llevó a la descarga directa de aguas residuales al caño, contribuyendo a su deterioro. 

El canal ya estaba contaminado en los años de juventud de Don Poli, pero insiste en que aún era posible disfrutar de él. “La arena no estaba como cuando estaban mis hermanos; me hablaban que era una arena blanquita, bien bonita, ¿tú sabes? Ya para mi tiempo, estaba un poquito más oscura, pero aún se veía el fondo”. 

A sus 18 años, Angulo Ramos tuvo que despedirse del Caño Martín Peña, ya que formaba parte de la infantería del ejército. Al volver, ya no era recomendable meterse al cuerpo de agua. “Al pasar el tiempo, la laguna comenzó a ensuciarse, a dañarse… Empezó a dañarse después que la gente empezó a tirar perros muertos, empezaron a tirar carros y empezaron a tirar veinte mil cosas, y ahí se perdió la belleza”, lamenta.

Hoy es padre de cinco y abuelo de 16 nietos, que considera “más de uno que los mismos hijos”. 

Al hablar del futuro del Caño, no expresa mucha esperanza sobre las posibilidades de que vuelva a ser como antes. “Está difícil, no lo veo pasar. Al gobierno ahora no le interesa mucho la naturaleza ni nada. Vienen a hacer un montón de cosas; hacen unos proyectos y siguen destruyendo, y vienes a ver que no vamos a tener cuerpos de agua ni playas bonitas”, reconoce con tristeza.

Hogar en donde reside Apolinar Angulo Ramos. Foto por Laura Fermín Bren

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