La líder comunitaria lleva casi toda su vida en Buena Vista Hato Rey, y sabe que las promesas no son garantía de nada. Mientras otros esperan cambios desde arriba, ella se mantiene firme, sirviendo a su comunidad.

Este perfil periodístico forma parte de una serie y surge como resultado de las experiencias de aprendizaje en servicio, realizadas en el curso PER 223: Periodismo Narrativo, impartido por las profesoras María de los Milagros Colón Cruz y Yaritza Medina Montañez, en colaboración con el programa de Vinculación Comunitaria de Sagrado y las comunidades del G-8.
Por: Caroline Maldonado Cortés
Estudiante de Periodismo
Escuela de Comunicación Ferré Rangel
En el corazón de Buena Vista Hato Rey —una histórica comunidad obrera ubicada dentro del Caño Martín Peña, en San Juan—, late un pequeño centro comunitario que intenta ser refugio y trinchera para sus residentes. Allí, más que actividades recreativas, se libra una lucha diaria por servicios básicos, por atención, por no ser olvidados. Y al frente de esa lucha está Carmen “Ochín” Núñez Delgado, una mujer de 67 años que no se anda con discursos ni promesas.

Carmen vive en Buena Vista desde que tenía ocho años, cuando la comunidad apenas comenzaba a ver cambios visibles en su infraestructura. “Antes se vivía como se podía: no había aceras, ni asfalto en las calles. Eso vino después. Éramos vecinos que nos ayudábamos unos a otros, había una convivencia sana”, recuerda. Para ella, esos lazos de solidaridad son lo que realmente sostiene a una comunidad, no los proyectos institucionales que aparecen en los periódicos.
Su compromiso como líder comunitaria no nació de un llamado externo ni de una oportunidad política. Nació de la necesidad. Hoy, cuando la mayoría de los residentes de Buena Vista Hato Rey son personas mayores, Carmen entendió que debía asumir un rol más activo. “Hay que servirles, ayudarlos, tratar de que volvamos a tener esa misma conexión de antes”, explica. Bajo su liderazgo, ha gestionado talleres de salud, apoyo en trámites de documentos oficiales y, próximamente, habilitará un área recreativa donde los adultos mayores puedan reunirse a jugar dominó y compartir sin tener que desplazarse fuera del sector.
A diferencia de líderes anteriores, que para ella carecían de sensibilidad hacia sus vecinos, Carmen ofrece una figura sólida, basada en la acción directa. “Un líder comunitario es servir, tener empatía y amor por la gente necesitada”, sentencia con firmeza.

Foto: Caroline Maldonado Cortés
Una presencia que impone
Sentada en una silla plástica, brazos cruzados, mirada fija e imperturbable, Carmen proyecta una presencia que no deja espacio para interpretaciones erróneas: es una mujer firme, contundente.
El centro comunitario, aunque pequeño, parece impregnado de su carácter: el ambiente es denso, cargado de silencios medidos, de rostros atentos que evitan mostrar demasiado. No hay bullicio ni risas desbordadas. La tensión no está en las paredes agrietadas ni en los muebles austeros; la tensión está en las personas, en la consciencia colectiva de que las respuestas que buscan quizás no lleguen nunca.
Una desconfianza sembrada en promesas rotas
Desde que asumió oficialmente el liderazgo en 2023, Carmen cuenta que se ha enfrentado a una difícil realidad: la burocracia ineficiente, los recursos prometidos que nunca se materializan y la manipulación de discursos oficiales que pintan una imagen del Caño Martín Peña que considera irreal.
“El gobierno enseña una imagen, pero la realidad es otra”, afirma. Para ella, los funcionarios llegan, hacen anuncios de proyectos, como el Plan de Dragado del Caño Martín Peña, pero cuando cae un aguacero fuerte, las mismas calles de siempre se inundan, las mismas casas de siempre se deterioran y los proyectos se siguen aplazando.
Uno de los episodios más recientes que alimenta su escepticismo fue el anuncio de mejoras en las infraestructuras de drenaje en sectores aledaños. “Prometieron que iban a trabajar en las calles más afectadas por las inundaciones, pero ni un solo camión hemos visto pasar por aquí”, dice.
Una lucha en solitario
La comunidad, según Carmen, sigue luchando sola:
- Las reuniones con funcionarios terminan en largos discursos y carpetas llenas de planes que no se implementan o demoran en implementar.
- Los fondos, cuando llegan, no alcanzan a cubrir las necesidades básicas.
- Los proyectos benefician a quienes no necesariamente viven en la comunidad.
Carmen Ochín Núñez no es una líder tradicional. No repite narrativas optimistas que se escuchan en su entorno —quizás por mantener alianzas o por evitar confrontaciones políticas. No busca ser invitada a actos oficiales ni salir en fotografías de campañas. Se niega a entrar en esos juegos.
“Aquí muchos prefieren no decir las cosas como son, pero yo no estoy para darle coba a nadie”, afirma.
Tampoco busca aplausos ni elogios, ni mucho menos dar una imagen de esperanza cuando no la siente. Carmen mantiene una postura crítica, directa y, sobre todo, realista. Y así mismo las canta.
“Yo vine a servirle a la comunidad, no al gobierno”, enfatiza.
Ese desapego de las “agendas externas” —sean de políticos locales, de organizaciones no gubernamentales o de proyectos de desarrollo urbano— la ha hecho, muchas veces, nadar a contracorriente. Carmen no denuncia nombres específicos, pero deja claro que no todos los que se presentan como aliados tienen las prioridades correctas. “Algunos buscan más proteger su imagen que proteger a la gente”, señala.
Una muralla que no se derrumba
Para Carmen, la falta de cambios tangibles no es motivo de resignación, pero sí de cautela. “Yo no he notado un cambio”, dice, y no lo dice con tristeza, sino con la fría certeza de quien ha visto la historia repetirse una y otra vez. La frustración es evidente, pero también lo es la determinación.
Mientras la comunidad sigue esperando calles seguras, acceso a servicios básicos de calidad y el cumplimiento de promesas largamente atrasadas, Carmen Núñez sigue en pie y trabajando por su barrio. Puede que no crea en discursos de esperanza, pero cree en algo más poderoso: la acción diaria, concreta, silenciosa, pero firme.
En tiempos donde muchos apuestan al olvido, Carmen es una muralla. Una mujer que, aunque no lo diga, carga sobre sus hombros a la comunidad de Buena Vista Hato Rey.
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