La profesora del Departamento de Administración de Empresas, Alba Brugueras Fabre, explica el rol de las mujeres en la economía.
Por Alba Brugueras Fabre
Profesora del Departamento de Administración de Empresas de Sagrado
“Hasta que no tengamos igualdad en educación, no tendremos una sociedad igualitaria”
Sonia Sotomayor, jueza de la Corte Suprema de Estados Unidos
Llegó el 2020 pero la inequidad de género en el mercado laboral persiste. Ello a pesar de que diversos estudios han demostrado que cuando más mujeres trabajan, las economías crecen.
Un informe publicado en el 2019 por el Fondo Monetario Internacional (FMI) señala que algunos países podrían aumentar el tamaño de sus economías en promedio un 35 por ciento si abandonan las leyes discriminatorias y aprovecharan las habilidades de las mujeres.
Esto ocurre porque aumenta la productividad; se genera una diversificación económica, el desarrollo y la equidad en los ingresos. Igualmente, las organizaciones se benefician al mejorar las oportunidades de empleo y de liderazgo para las mujeres, lo que demuestra que aumenta la efectividad y el crecimiento de la organización.
Según los datos publicados por el Departamento del Trabajo y Recursos Humanos de Puerto Rico (2019), menos de la mitad del grupo trabajador son mujeres, es decir, 4 de cada 10 trabajadores. Más aún, estos datos -en comparación a los hombres- indican que en Puerto Rico hay un 15 por ciento más de las mujeres fuera de la fuerza laboral. De las empleadas, trabajan a tiempo parcial un 13 por ciento más que los hombres, pero 25 por ciento menos a tiempo completo, comparado con ellos. Hay un 12 por ciento menos de mujeres asalariadas en la empresa privada. En el caso de las mujeres cuentapropistas, hay cerca de dos tercios menos en comparación a los hombres.
A medida que la mujer alcanza una edad y una escolaridad mayor, la brecha es superior. De hecho, según los datos para Puerto Rico de la Oficina del Censo, cuando se tiene un diploma de escuela superior un hombre puede ganar por su trabajo cerca de un 20.4 por ciento más que una mujer. Si tiene bachillerato, la diferencia en salario es de 25.1 por ciento, y si posee estudios graduados la diferencia es aún mayor, con un 38.8 por ciento.
Es decir, a medida que aumentan los niveles académicos y profesionales, la brecha salarial también aumenta. Los factores que crean la brecha salarial son diversos y probablemente extensos. A saber: la discriminación, el tiempo libre para cuidar los hijos o tenerlos, estar dispuesto a aceptar salarios más bajos, y la ausencia de una oportunidad para negociar con el patrono.
Los avances en educación no se han traducido en mejores resultados en el mercado laboral para las mujeres. Ello a pesar de que representamos el grupo mayor en la población, que vivimos más tiempo que los hombres (72 años vs. 67.8 años, según los datos de expectativa de vida al nacer a nivel global).
El progreso económico y social reportado por los países es considerado por las Naciones Unidas como uno inadmisiblemente lento, y es pieza fundamental en las metas globales de desarrollo sostenible el alcanzar la equidad de género para el 2030.
El empoderamiento económico incluye la participación igualitaria en la sociedad y en los mercados existentes, la participación significativa en la toma de decisiones económicas en todos los niveles, el acceso y control sobre los insumos de producción; y el tener un trabajo y salario justo.
Son necesarios los movimientos a favor de reivindicación de los derechos de la mujer y el aumento significativo a nivel global de esta discusión, en particular a través de las redes sociales.
Debemos reflexionar sobre los avances logrados y los retos que nos quedan por superar. Esto para continuar con las metas globales, capturar la atención de todos los grupos, exigir más cambios y eliminar la brecha.
Profa. y economista, Alba Brugueras
Alcanzar el desarrollo sostenible es de todos y todas. ¡La inclusión de todos y todas en la sociedad es ahora!