¡Gracias, Fernando! | inSagrado

¡Gracias, Fernando!

Ante el reciente deceso de Fernando Valverde, considerado “padre de las relaciones públicas en Puerto Rico”, el director de la Escuela de Comunicación Ferré Rangel, Gabriel Paizy, lo recuerda y comparte varias anécdotas sobre su vida.

Fernando Valverde. (Foto suministrada)

Por Gabriel Paizy Damiani
Director de la Escuela de Comunicación Ferré Rangel

Cuando las canas no eran parte de mi cabellera y la vida parecía eterna, tuve mi primer contacto con la Universidad del Sagrado Corazón. Era el año 1990 y comenzaba a estudiar mi maestría en Artes de la Comunicación en Relaciones Públicas, un programa que había sido inaugurado apenas cinco años antes. 

Por cierto, esa maestría fue la responsable de profesionalizar la labor del relacionista en Puerto Rico y de darle su lugar dentro del campo de la comunicación estratégica en la isla. Previo a eso, las relaciones públicas era una profesión poco entendida sin un espacio serio para la formación académica que requería. Hoy día, son cientos los relacionistas que se destacan en la isla y que cuentan con una excelente preparación para enfrentar los retos de la industria. Eso se lo debemos a un grupo de visionarios que reconocieron la importancia de darle el sitial que merecía la profesión. Entre ellos estaba a quien se le considera “el padre de las relaciones públicas en Puerto Rico”, Fernando Valverde. Tuve la suerte de ser su estudiante en el curso culminante de la maestría: Campañas de Relaciones Públicas.

Siempre me llamó la atención de él la grandeza de un profesional con un amplio y profundo conocimiento del campo de la comunicación, combinado con una humildad y don de gente que lo hacían muy humano y accesible.  

Gabriel Paizy Damiani, director de la Escuela de Comunicación Ferré Rangel

Fernando llegaba a cada clase con copias de todos los ejemplares de ese día de los periódicos principales del país. Durante los primeros 15 minutos de la clase, abría cada uno y cogía, al azar, un titular. Entonces profundizaba en cómo un relacionista debía manejar una comunicación efectiva para atender la crisis que se planteaba en la noticia, y nos ponía a nosotros a discutir nuestras posibles recomendaciones para atender eficazmente alguna de esas situaciones. Era una manera muy inteligente de no solo ayudarnos a pensar como estrategas, sino a estar al día con los acontecimientos noticiosos, tanto a nivel local como internacional.  

También recuerdo que siempre cargaba con pequeños obsequios para nosotros en su maletín. Podían ser llaveros, un bolígrafo, un dulce o un chocolate. Al principio de la clase escribía una palabra en la pizarra sin que nosotros la viéramos y la tapaba con una hoja de papel que pegaba con cinta adhesiva. La palabra siempre era algún término de las relaciones públicas, como ‘estrategia’, ‘objetivos’, ‘públicos’, etc.  Si alguno de nosotros, a lo largo de la clase, decía esa palabra, entonces él la revelaba y le regalaba el obsequio al estudiante agraciado. Nunca olvido esos detalles, muy inteligentes a nivel pedagógico, porque nos motivaba a participar y a estar pendientes a la clase. Además, demostraba su carácter generoso e innovador que siempre recordaré.

Hace dos o tres años, Fernando vino a Puerto Rico y pidió reunirse conmigo en mi oficina. Compartimos juntos viejos recuerdos, hablamos de la maestría, de la profesión y de nuestras familias.

Al final, como siempre, Fernando abrió su bulto y de allí sacó varios obsequios para mí: un ejemplar de su libro ‘Relaciones públicas en acción’, varios llaveros y unos bombones. Tenía ante mí al mismo Fernando, siempre afable…

Hoy reconozco al profesional que tanto hizo por la profesión de las relaciones públicas en Puerto Rico, pero más aún, abrazo al extraordinario ser humano que, con su ejemplo de humanidad y humildad, se dio a querer por todos.

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