Una historia de servicio comunitario, entrega y esperanza que une a madre e hija con una misión muy especial: ayudar a los más necesitados.
Este perfil periodístico forma parte de una serie y surge como resultado de las experiencias de aprendizaje en servicio, realizadas en el curso PER 223: Periodismo Narrativo, impartido por la profesora María de los Milagros Colón Cruz, en colaboración con el programa de Vinculación Comunitaria de Sagrado y el Proyecto ENLACE del Caño Martín Peña.
Por Paola González Negrón
Estudiante de Periodismo
Escuela de Comunicación Ferré Rangel
En Las Monjas, una de las ocho comunidades aledañas al histórico Caño Martín Peña de San Juan, la vida cotidiana transcurre en tranquilidad. En estas calles siempre han vivido los Verdejo, los Rodríguez, los Machicote, entre otras familias. Todos se conocen porque han ocupado este espacio de generación en generación.
Aquí, entre casas pintadas de colores pasteles, el bullicio de los niños jugando y las conversaciones de los vecinos, creció Frangelys Rodríguez Hernández, una joven de 23 años, egresada de la Universidad del Sagrado Corazón, que ha dedicado su vida al servicio de los más vulnerables. Junto a su madre Flor, se ha convertido en una de las principales gestoras de iniciativas sociales para quienes más lo necesitan.
Flor Hernández Pérez, de 42 años, nació y se crió en este sector. A lo largo de su vida ha sido testigo de las luchas y los retos que ha afrontado su comunidad. El legado familiar comenzó a tejerse con su madre, quien, junto a otros vecinos, preparaba comida para quienes no tenían. Ya fuera en la época navideña o tras el paso de algún huracán, a nadie le faltaba qué comer.
Flor, quien hoy es enfermera, creció viendo a su madre servir y en su juventud se sumó a sus iniciativas. En su adultez, comenzó a canalizar ayudas para sus vecinos a través de su profesión, y al visitar a los pacientes atestiguaba sus necesidades, lo que la motivó a tomar acción para brindarles una mejor calidad de vida.
“Mi mamá comienza a crecer y en su juventud ayudaba también a mi abuela, mi mamá es enfermera graduada; inicialmente, trabaja áreas de cirugía, con envejecientes, curando úlceras y todo ese tipo de cosas, y empezó a hacer esa autogestión para conseguir camas de posiciones o pañales, siendo esa asistencia directa para personas mayores o encamadas que no pudieran llegar a un centro de salud”, compartió con orgullo Frangelys.
Inspirada por las historias de su abuela y el ejemplo de su madre, ha heredado esa pasión y vocación por el servicio.
“Mi abuela ya partió, pero mi mamá siempre me ha enseñado a amar y respetar al prójimo. Así comencé a llevar comida y asistir a los envejecientes”, recordó con una sonrisa cálida. Juntas, han organizado diversas iniciativas comunitarias en colaboración con entidades sin fines de lucro e instituciones como la Universidad del Sagrado Corazón.
“Colaboran con nosotras en actividades de navidad, en el regreso a clases, eventos de vacunación y ferias de salud”, agregó.
Madre e hija también han entregado comida, artículos de primera necesidad, ropa, incluso pavos para el Día de Acción de Gracias. “En la temporada del dengue, hemos distribuido pastillas para aguas estancadas y repelentes de mosquitos. Durante las campañas de VIH, entregamos anticonceptivos y pruebas”, explicó Frangelys.
Uno de sus momentos más significativos fue durante el huracán María, llegando a impactar a aproximadamente 3,000 personas. “Fue un periodo intenso, muchas familias vinieron por ayuda, y trabajamos casa a casa para asegurarnos de que nadie se quedara sin ayuda”, recordó con nostalgia.
Para Flor, el huracán María fue revelador, ya que pocos políticos o entidades sin fines de lucro ofrecieron apoyo a su comunidad. “Fue impactante ver cuántos no se acercaron. A pesar de nuestros esfuerzos, sentimos que se pudo haber hecho más”, reflexionó.
A lo largo de su trayectoria, estas mujeres han enfrentado desafíos, pero han logrado seguir impactando vidas gracias a la autogestión. Las iniciativas con el Banco de Alimentos de Puerto Rico han sido fruto de su esfuerzo.
“Nos organizamos de manera personal, anunciamos los servicios a la comunidad y nos aseguramos de que todos estén informados”, señaló Frangelys. Ambas buscan empoderar a otras familias para que también sirvan a los demás.
“Nuestro mayor logro es la satisfacción de ver la alegría en los niños y el agradecimiento de los envejecientes. No necesitamos pertenecer a una junta para generar cambios”, compartió emocionada. La joven líder destacó que la clave ha sido crear conexiones y buenas relaciones interpersonales, lo que les ha permitido ganar aliados en la comunidad, como comerciantes locales.
Madre e hija han participado en foros y eventos donde han podido difundir información sobre prevención de enfermedades como el dengue. Aunque su mayor gratificación es el amor que reciben de los miembros de su comunidad, Frangelys también fue condecorada con la medalla Pórtico, de Sagrado, por su servicio comunitario.
“No lo hacemos por reconocimiento, pero es gratificante saber que nuestro trabajo es valorado”, destacó.
Después de tantos años de servicio, ambas ven el fruto de su legado. Flor afirmó que “el servicio comunitario es algo que se cultiva en el hogar. Mi madre me enseñó a servir, y ahora quiero continuar ese legado con mis hijos y con todos los que pueda”.
Su hija le hizo eco e invitó a quienes desean servir a seguir su instinto. “Hagan lo que Dios ha puesto en su corazón y extiendan una mano amiga, porque nunca sabemos quién lo necesita”.
Allí, desde su casa en Las Monjas, madre e hija se han convertido en grandes aliadas de su comunidad y de todos los que han necesitado una mano amiga. Ambas han aportado su granito de arena apoyando a cientos de personas. En una sociedad donde predomina la indiferencia, Flor y Frangelys recuerdan que todos tenemos la posibilidad de impactar vidas. El cambio comienza en la comunidad, son los pequeños gestos de servicio desinteresado los que hacen la diferencia. Su legado de amor, vocación y esfuerzo es sin dudas inspirador. No solo lo transmiten a su familia, sino a todas las vidas que han tocado.